Algo que sucede con muchos padres cuando tienen problemas con los hijos, es la busqueda de una explicación que les de una sensaciónde alivio y les indique que el problema esta fuera de casa y que ellos poco tienen que ver en esto.
Muchos padres en realidad no tienen idea de el ¿Por qué? sus hijos actuan de tal o cual manera, pero lo que la mayoría nunca se plantea es, como su estilo de paternidad esta influyendo para que sus hijos proyecten precisamente dichos comportamientos.
Muchos de los padres siempre tienen la mira puesta en cosas externas y jamás consideran que su manera de críar a sus hijos va a repercutir en ellos, de tal forma que ante esta situación debemos de voltear la mirada y hacer hincapie precisamente, del impacto que tienen las actitudes u omisiones en los hijos.
Debido a que actualmente muchos padres estan enfrentando en casa a hijos con actitudes retadoras, amenazantes, agresivas e incluso chantajistas, vemos la necesidad de brindarles información sobre un fenómeno actual y que parece que también continua a la alza, y no es otra cosa que el nacimiento de una generación denominada "niños emperador".
Este termino del niño "Emperador" surgió hace ya casi una década, cuando los niños comenzaron a tener actitudes muy extremas y en los que sus peticiones debían ser satisfechas al instante, de lo contrario los padres debían de enfrentar su enojo. Si nos damos cuenta, este término esta basado precisamente en virtud de que los antiguos emperadores Romanos, mismos que podían decidir sobre la vida y muerte de los demás, por lo que su voluntad tenía que se respetada si no se quería desatar su cólera, ¡Interesante!, ¿no lo creen?
Ante esta circunstancia es preciso que los padres conozcan un poco sobre esta situación, para que eviten a toda costa que sus actos originen este tipo de actitud en sus hijos, ya que esta situación es bastante peligrosa y los niños que sufren esta circunstancia, pues en algún momento de su vida van a tener problemas, ya que al ingresar al contexto educativo o socializar en circulos externos a la familia, pues se enfrentarán a la penosa situación de que las cosas no son como ellos las creen.
Para que esta situación comience a manejarse, es preciso que los padres conozcan más sobre este tema, así que les dejo con un intersante artículo, para identificar si sus hijos tienen esta caracteristica y sepan como comenzar a lidiar con la misma.
Espero que les agrade esta entrada y mientras yo los espero en la siguiente aquí en este espacio, su espacio: El Rincón de los Padres.
Psic. Nicolás Sánchez E.
SÍNDROME
DEL NIÑO EMPERADOR
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en
Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad
de Psicología de la Universidad de Comillas
Síndrome
del Emperador: ¿cómo tratar a un niño mandón?
El síndrome del emperador es
un trastorno de la conducta infantil que se manifiesta en forma de desafío,
chantaje e incluso agresión a los padres, que han perdido toda autoridad para
el menor. Este comportamiento abusivo del niño emperador se puede extender a
otros adultos, que pueden formar parte o no de su propia familia.
Desde el punto de vista
psíquico, la vida es un tejer y destejer de comportamientos sanos y enfermos.
Pero en ese abanico de normalidad y de anormalidad existen muchos matices. Los
dos extremos están claros: la locura y la salud mental. Generalmente ambas
realidades no se dan nítidamente sino que están difuminadas en el amplio
espectro de la conducta humana. ¿Dónde situar en este arco iris de alteraciones
psíquicas a los niños con el síndrome del emperador? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo
evitar esa patología? ¿Cómo actuar con un niño afectado por el síndrome del
emperador?
El
niño desobediente y travieso
Juanito es un niño de seis
años. Sus padres y profesores lo tienen catalogado como “muy inquieto”, con una
gran dosis de irresponsabilidad, un poco mentiroso y desobediente, y con un
rendimiento académico muy por debajo de sus posibilidades. Su actitud ante todo
lo que le rodea es de ataque. “No me aceptan, luego los destruyo”, parece que
pensara. Su postura ante los demás es de enfrentamiento, de desafío. Incluso
llega a conductas de auténtico sadismo: hacer sufrir a los animales, golpear
sin motivo a los compañeros más pequeños, etc. buscando siempre demostrar su
dominio y poder.
Algunos padres, en un intento
por normalizar estos comportamientos, lo achacan a la edad o porque “son muy
traviesos”. Pero existe la prueba del ‘algodón’ para saber si estos
comportamientos son germen de una patología más grave (la psicopatía) o
simplemente un momento de la evolución del niño: si no muestra signos de
arrepentimiento ante la acción cometida y, por lo tanto, no es consciente del
daño que ha podido hacer y además es frío y poco afectuoso, podemos sospechar
que esos comportamientos pueden evolucionar hacia el síndrome del emperador.
Estas conductas pueden tener
una doble lectura: la necesidad de autoafirmación o la expiación de una gran
culpa inconsciente, a través del castigo que lleva anexo la propia acción
agresiva. El niño necesita sentirse seguro y no encuentra otra salida que la
agresión, la ruptura de las normas. Fantasea: “Cuanto más agreda, más fuerte
seré”. Por otra parte, la misma conducta rebelde produce la imposición de
castigos por el adulto, y de esta forma, el niño podrá expiar sus sentimientos
de culpa inconsciente. El proceso es el siguiente: “Soy malo, luego tengo que
lavar esa culpa a través de los castigos que me impongan los mayores”. Esto
lleva a un círculo vicioso: ataca para autoafirmarse y expiar su culpa, y
viceversa.
La forma de neutralizar la
agresividad, como siempre, no es a través de comportamientos violentos,
impositivos, sino a través del afecto. La oscuridad se vence con la luz. El
odio se vence con el amor. La guerra se vence con la paz. Por esto, no podemos
contestar con una conducta agresiva a la agresividad del niño. Estaríamos
echando leña al fuego: la agresión se alimenta con la agresión. Lo que no es
óbice para marcar las responsabilidades del niño e imponer un castigo adecuado
a la falta que ha cometido.
El
niño emperador, ¿nace o se hace?
El síndrome del niño emperador
no surge de forma espontánea o como por arte de magia sino que es como un
peldaño más del niño desobediente o travieso que puede conducir, en la
adolescencia, a la psicopatía o a ser un parásito en la adultez. La verdad es que
este desarrollo no es lineal sino exponencial, pasando en poco tiempo de
comportamientos medianamente controlados por los padres a situaciones
desbordantes: huida de casa o conductas claramente delictivas.
Las cifras son escalofriantes:
en España desde 2007 las agresiones de menores a sus padres y abuelos han
crecido cerca de un 60%, según datos de las memorias anuales de Fiscalía
General del Estado y de los Defensores del Menor de las distintas comunidades
autónomas.
Todos estos menores agresores
tienen un denominador común: se creen con derecho a todo y sin obligaciones y
no les importa los medios para conseguir sus deseos.
Las demandas más frecuentes
del niño afectado por el síndrome del emperador son: “dame”, “cómprame”,
“tráeme”, y si no lo consiguen desatan toda su ira y agresividad (incluso
física) contra sus progenitores, hermanos, profesores o compañeros.
Así relataba María su calvario
con un hijo de 7 años: “Ya no puedo más, me siento impotente ante Carlos. Temo
reñirle o simplemente decirle que está haciendo algo mal. El otro día, sin ir
más lejos, porque no le dejé bajar al parque, porque tenía que hacer los deberes,
comenzó a insultarme y me dio una patada que me hizo llorar. Además, con su
hermana de cuatro años, siempre está peleando e incluso en ocasiones ha llegado
a golpearla. Si le dejo que haga lo que quiera, no hay problema, pero en el
momento que le exijo una disciplina responde con insultos o agresiones
físicas”.
Carlos puede ser un ejemplo de
niño que manifiesta el síndrome del emperador. Suelen ser inteligentes. No
aguantan la más mínima frustración y a través de la agresividad verbal o física
quieren imponer su ley. Son pequeños déspotas, que dan órdenes a los padres,
intentan organizar la vida familiar y su comportamiento más frecuente es el
chantaje.
A medida que van creciendo,
también la posibilidad de manejo se va dificultando: de las pataletas pasan a
la agresión física y del engaño o mentiras pasan a conductas claramente
delictivas: robos, tráfico de drogas, etc. El niño emperador puede ser el
camino inicial hacia una psicopatía con todas sus consecuencias: problemas con
la justicia, conductas adictivas, comportamiento antisocial, etc., o bien a
convertirse en un parásito, pues estos chicos suelen no tener ni oficio ni
beneficio en su adultez.
Además, el niño emperador no
tiene conciencia de lo que está mal o lo que está bien, pues carece de valores
e incluso no manifiesta emociones de arrepentimiento, pena, perdón,
solidaridad, etc. Es como si solamente existiera él y sus necesidades, pero sin
tener en cuenta a los demás. El niño afectado por el síndrome del emperador no
tiene capacidad de empatía.
Como contrapunto podemos
encontrar que los padres son afectuosos, permisivos y defensores de una “falsa
democracia” pues quieren ser amigos de sus hijos cuando en realidad son padres.
La realidad es que una estructura familiar sana se sustenta sobre “la desigualdad”:
los padres dictan las normas y los hijos deben cumplirlas. Esto sí amasadas por
la comprensión, el diálogo, la negociación y el respeto mutuo. “Lo cortés no
quita lo valiente”.
El panorama del niño emperador
se completa con padres que no saben poner límites a las exigencias de los
hijos, o con madres sobreprotectoras y padres ausentes y en familias
disfuncionales (con graves patologías en sus progenitores) en los que el
mecanismo que predomina es el de negación, como si de esta forma, al no percibir
el problema, éste se solucionara por sí sólo.
La pregunta que nos hacíamos
al principio de estas líneas sigue en pie: el niño emperador, ¿nace o se hace?
¿Es determinante la estructura familiar (luego se hacen) o la carga genética es
la que condiciona estos comportamientos (luego nacen)?
Origen
del síndrome del emperador
Simplificando podemos afirmar
que existen dos teorías principales: los que ponen el énfasis en la
constitución genética y los que postulan como elemento decisivo, en la
aparición del síndrome del emperador, la educación.
Vicente Garrido, psicólogo
criminalista y profesor titular de la Universidad de Valencia, defiende la
primera de las teorías: “Son niños -dice- que genéticamente tienen mayor
dificultad para percibir las emociones morales”. En definitiva, el síndrome del
emperador se caracteriza por la ausencia de conciencia moral. Por eso este tipo
de niños mandones y autoritarios puede aparecer en familias bien estructuradas
con un comportamiento normal y con unos padres que no son permisivos ni tampoco
negligentes.
Por el contrario, Javier Urra,
psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de
Madrid, en su libro El pequeño dictador, pone el acento en la educación,
afirmando que la herencia marca tendencia, pero lo decisivo en los
comportamientos humanos es la educación, sobre todo, en los primeros años de
vida.
Una tercera vía, en la que me
sitúo, aporta un elemento más y considera que el niño es protagonista principal
en la elaboración de su propia historia. Es decir, es cierto que en el
interjuego de esas fuerzas (familia, escuela, amigos, constitución del
individuo, etc.) es donde el sujeto, como canto rodado, va puliendo y
configurando su propio estar y ser en el mundo. Pero esto no se hace de forma pasiva,
solamente dejándose llevar, sino que cada persona aporta sus propios recursos,
posibilidades y límites. Los trastornos comportamentales, pues, no se
transmiten genéticamente como el color de los ojos, ni se contagian como el
sarampión sino que, dependiendo de todas esas variables (constitución,
educación, etc.), cada sujeto elabora las vivencias (afecto, rechazo,
agresividad, etc.) de forma sana (salud mental) o de forma enferma (los
trastornos comportamentales como el síndrome del emperador).
Fuente: www.cuidatusaludemocional.com
Imagen: Internet
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