Una pregunta que muchos padres se hacen es precisamente esta: ¿Cómo darse cuenta cuando los niños tienen depresión? Pues aquí les traigo un fragmento de un artículo muy interesante para que podamos darnos cuenta de esto.
Obviamente existen muchas causas para que un niño les pueda dar depresión, sobre todo por que algunas causas naturales de nuestra vida nos pueden llegar a poner tristes y debemos tener muy clara esta situación, a fin de identificar correctamente una depresión y no alarmarnos por cualquier situación.
Ojalá les sirva toda esta información y como siempre les digo:
"Léan, refelxionen y compártan..."
COMO DETECTAR LA DEPRESION INFANTIL
Dra. Ma. Paz García Vega Universidad Complutense de Madrid, España
Con frecuencia los niños se sienten cansados, tristes,
irritables, culpables o cansados. Sin embargo, es preciso diferenciar la
tristeza normal de un niño del estado de ánimo triste como síntoma de
depresión, así como diferenciar un estado normal de falta de motivación del
síntoma de desinterés persistente en la depresión; o diferenciar las pocas
ganas de comer de la pérdida de apetito como síntoma depresivo. Para
diferenciar lo que podría considerarse "normal" de aquello que
consideraríamos "síntoma" de depresión hay que valorar la frecuencia,
intensidad y duración de estos comportamientos. Así, por ejemplo, la tristeza
"normal" se convierte en síntoma de depresión cuando dicha tristeza
es ta intensa que le hace llorar, y cuando esa tristeza aparece con mucha
frecuencia y durante mucho tiempo, por ejemplo, casi cada día durante al menos
dos semanas.
Otro elemento clave para detectar la presencia de
síntomas depresivos y distinguirlos de comportamientos más o menos
"normales" y pasajeros, es el grado de interferencia que producen los
supuestos síntomas en la vida diaria del niño. En la medida en que la tristeza,
la irritabilidad, el desinterés, los sentimientos de inutilidad o el insomnio,
por ejemplo, interfieran con la actividad escolar o social del niño, es
probable que nos encontremos ante un problema depresivo.
Un tercer aspecto clave para la detección de la depresión
infantil es la conveniencia de valorar los síntomas en relación a los niveles
previos y al funcionamiento habitual del niño. Así, por ejemplo, no mostrar
interés por jugar al escondite con los compañeros de clase, no puede ser
considerado como un síntoma cuando anteriormente el niño tampoco mostraba
interés por esta actividad.
También es importante recordar (1) que los síntomas clave
de la depresión son la pérdida de interés en cosas que anteriormente el niño
encontraba placenteras y la tristeza; (2) que la tristeza puede a veces no ser
evidente y, en su lugar, aparecer sentimientos de irritabilidad o enfado en
forma de explosiones de genio ante sucesos triviales, insultos, peleas, y el
derrumbarse por nimiedades; y (3) que los síntomas y su expresión varían con la
edad. En este sentido, la siguiente tabla muestra las principales
características de la depresión infantil según los grupos de edad (Méndez,
1998):
MENORES DE 6 AÑOS
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6 -12 AÑOS
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13-18 AÑOS
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Irritabilidad
y tristeza
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Tristeza
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Tristeza,
variabilidad, irritabilidad (malhumor, ira y rebeldía)
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Menos juego
con amigos
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Aburrimiento
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Pasotismo
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Problemas
con las comidas, pérdida de apetito, no ganancia de peso, pérdida de peso,
engullir
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Pérdida
de apetito, ganancia lenta de peso, pérdida de peso, comer en exceso,
obesidad
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Pesadillas,
terrores nocturnos, resistencia a irse a la cama, insomnio intermedio
|
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Insomnio,
hipersomnia
|
Menos
actividad física
|
Hipomotilidad,
agitación
|
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|
Cansancio,
fatiga , falta de energía
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"Tonto",
preocupación por el castigo, preocupación por el fracaso
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Baja
autoestima, autodesprecio, autoagresividad, autocrítica, sentimientos de
culpa
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Preocupación
imagen corporal, baja autoestima, autodesprecio
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Problemas
atencionales
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Menos pensamiento
abstracto, indecisión
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Autoagresiones
en la cabeza, arañazos, tragarse objetos, mayor riesgo de lesiones
|
Ideas,
planes e intentos de suicidio
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Ideas,
planes e intentos de suicidio y suicidios violentos
|
Finalmente, es siempre recomendable cotejar nuestras
sospechas con diversas fuentes de información: el propio niño, los padres, los
maestros, los amigos y compañeros del colegio. Hay que advertir, sin embargo,
que es frecuente la falta de concordancia entre las mismas. En general, los
padres informan mejor sobre los problemas somáticos como, por ejemplo, las
alteraciones en el sueño y la comida; los maestros sobre problemas de conducta,
y los propios niños sobre los síntomas más encubiertos (p. ej., los sentimientos
de tristeza, irritabilidad, inutilidad, culpa, las ideas de suicido, etc.),
aunque estos últimos, si son menores de 6 años, pueden tener problemas para
informar de forma fiable sobre sus estados de ánimo y para distinguir entre
distintas emociones.
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