El no tener en cuenta este tipo de cambios es algo que tarde o temprano puede volverse un problema, sobre todo porque dicha etapa hace que los chicos tengan ciertas conductas que no necesariamente tienen que volverse una pesadilla, sino al contrario, si los padres saben como se pondrán sus hijos adolescentes, estarán más capacitados para ayudarlos a transitar de mejor manera por esta etapa de sus vidas.
Para que los padres puedan hacer frente a esta etapa de una mejor manera, les traigo este artículo que plantea 5 puntos básicos que hay que tomar en cuenta cuando los chicos empiezan a llegar a esta edad. Espero que sea de bastante utilidad y yo los espero en otra entrada más de este espacio, su espacio: "El Rincón de los Padres".
Atte.
Psic. Nicolás Sánchez E.
5 REGLAS PARA TRATAR A LOS ADOLESCENTES
Padres e hijos (Laura Peralta)
Los expertos señalan una serie de pautas para una buena convivencia
cuando los hijos llegan a esta difícil etapa de desarrollo.
Adolescencia. Esa
etapa vital tan temida por los padres y tan ansiada por los hijos como paso
previo para sentirse más libres y adultos. Cuando llega el momento, una de las
mayores quejas de los padres es la falta de comunicación con los jóvenes y, por
tanto, la incapacidad de hacerles entrar en razón, ante una creciente rebeldía.
En un intento de
tender la mano a las familias inmersas en esta, casi siempre, complicada etapa
natural del desarrollo humano, Sara Pérez-Tomé, directora del Gabinete de
Sophya, resume en cinco las claves para tratar a los adolescentes.
En primer lugar apunta
que hay que darles la oportunidad de ser responsables y delegar en ellos para
que sepan que tienen la confianza de sus progenitores. Para ello, esta experta
propone algunos pasos tan sencillos, pero tan eficaces, como que se
responsabilicen del cuidado de un hermano pequeño, que le explique una materia
en la que necesite ayuda o que realice alguna gestión personal en lugar de que
la hagan los padres.
Segunda regla: haga
que participe en la vida familiar. El adolescente debe formar parte de las
discusiones, alegrías y preocupaciones de la familia. Es muy fácil caer en el
error de no comunicarles una adversidad —un problema económico, enfermedad de
un pariente...— para que el joven no sufra. Antes o después se enterará por
alguien ajeno y se sentirá engañado o fuera del grupo familiar. Las muestras de
confianza nunca caen en saco roto.
En tercer lugar hay
que comunicarles cómo nos sentimos, tanto las alegrías como las tristezas, dificultades...
Es una buena fórmula para establecer un verdadero diálogo.
En cuarto lugar hay
que exigirles en el plano moral y social
y ser inflexibles ante la mentira o la incorreción ante otras personas. Si
pasamos por alto un incidente lo percibirá como que no nos importa.
Por último, es
imprescindible que tanto el padre como la madre formen un frente unido de
batalla en la misma línea de exigencia.
Imagen: Internet
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