El día de hoy quiero compartirles un artículo bastante interesante que aborda la temática de la indiferencia en los adolescentes, entendida esta, como la actitud negativa que llegan a tener, al no querer hacer nada en la casa ni en la escuela.
Actualmente esta es una situación que se presenta constantemente en los hogares, y lo que más me llama la atención es la sorpresa con la que los padres abordan esta temática, ya que en muchas de las ocasiones consideran esta actitud como una circunstancia propia de la personalidad del adolescente; sin embargo esto no es así, ya que viene a ser la resultante de no enseñarles nada, ni responsabilizarlos de alguna tarea.
Considero que esta situación se comienza a agravar, ya que mas y más padres de familia se quejan de esta situación, pero hasta el momento no muchos saben como intervenir de manera efectiva para solucionar. En el presente arículo se abordan algunas perspectivas que nos brindaran nuevos horizontes en torno a esta difícil situación, donde el padre vuelve a ser el punto básico que resolverá con éxito dicha problemática.
Espero que este artículosea de su agrado y los espero en otra entrada de este espacio, su espacio: "El rincón de los padres".
Guías de prevención de la indiferencia en adolescentes
Diana siempre fue una buena estudiante. Le encantaba investigar. Además de cumplir con todas sus tareas, estudiaba con tiempo suficiente para los examenes. Pero ahora no coge ni un libro. Deja todo para el final y su rendimiento académico está por el piso. Sus papás han tenido varias citas en el colegio y todos se preguntan: ¿qué sucede? ¿por qué no estudia, si antes era de las mejores de la clase?
La indiferencia ante todo es una actitud de la adolescencia, pero se incuba años atrás. Entre los 7 y los 12 años tenemos un tiempo precioso para prevenirla. En esta etapa hay que fomentar especialmente dos virtudes: la capacidad de esforzarse y la responsabilidad. Si faltan ahora, podrá caer más fácilmente en la indiferencia y la comodidad. Para prevenir problemas y llegar antes de que se presenten, conviene estimular el esfuerzo y el darse.
Si el niño cree que no vale la pena luchar por nada, se volverá indiferente. Motivémosle a cultivar lo que mejor sepa hacer: escribir, dibujar, tocar un instrumento, hacer deporte. Que le salgan cada día mejor. Eso le ilusionará.
Si sus aficiones no están visibles, podemos estudiar qué puede gustarle. Un niño "torpe" para el fútbol, quizá se ilusione con los animales, si le damos oportunidad de tener alguno, de observar una enciclopedia especializada, si lo llevamos al campo a coger grillos o mariposas. Para descubrir aficiones cuenta mucho la observación de los padres.
La vida no es fácil. Hay que saber sufrir, saber esforzarse, porque de otro modo pasará mucho trabajo o se volverá cómodo e indiferente para no tener que resolver los problemas que se le presentan. Si quiere una bicicleta, que se la gane por medios acordes con su edad, como: lavar carros en el vecindario, no comer algo para ahorrar, preparar unas galletas y venderlas entre sus amigos o familiares.
Para que no se deje arrastrar por la vida muelle, enseñarle a huir de lo fácil. Que piense y se informe antes de actuar. Así adquirirá seguridad y espíritu crítico. Podemos dejarlo decidir por sí mismo, de acuerdo con su edad, aunque se equivoque. Preguntarle: "¿Te parece que debes ir?" y que se responsabilice de las consecuencias de cada decisión.
Si ahora no tiene que esforzarse para conseguir lo que quiere, en el futuro, podría volverse cómodo e indiferente. Hemos de evitar allanarle totalmente el camino.
La casa no es un hotel donde nos lo hacen todo sin mover un dedo. Concretar con ellos algunos encargos. Los hijos pueden ayudar en: regar las plantas, poner la mesa, lavar los platos, contestar al teléfono, sacar el perro... Con una buena motivación se entusiasmarán y tendrán la ilusión de hacerlo para ayudar a los demás.
Otro deber es el estudio: aprobar raspando, ceñirse a las tareas, es de mediocres y fomenta la pasividad. Hay que motivarle a querer saber más y enseñarle a hacer del estudio un trabajo bien hecho: con orden, método, cuidando los detalles.
Si acaso saca buenas notas sin esforzarse demasiado, exigirle un poco más.
Que lea, que amplíe los conceptos, que ayude a otros compañeros más lentos.
Es bueno que pase ciertas incomodidades. Por eso son tan aconsejables los campamentos y las excursiones: se siente frío, se ampollan los pies, duelen los músculos, la comida es escasa, se duerme sin almohada.
Que no se queje cuando falta el agua caliente o el "mecato" o su menú favorito.Y recordarle que el sofá está hecho para sentarse y no para tirarse ...
Hacer de nuestro hijo una persona alegre, generosa, trabajadora, perseverante y fuerte. Quizás, aún es pequeño para temer que se convierta en un indiferente, pero el tiempo vuela y en pocos años, será un adolescente.
Podemos fomentar especialmente la generosidad, base de las demás virtudes. Si sabe dar de su tiempo, prestar sus cosas, perdonar, escuchar (dar atención), saludar, recibir, renunciar a cosas por hacer feliz a los demás... tendrá ganada buena parte de la batalla.
Esta virtud se desarrolla en la preadoles-cencia, ya que su período sensitivo transcurre desde los 7 a los 13 años. No desaprovechemos el mejor momento.
Animarle a descubrir o a reforzar una habilidad especial que le ocupe su tiempo. Darle la oportunidad de esforzarse.
FUENTE (wwcritica.com.pa)
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